y bares empapados
de vinos rebajados
y humedades eternas.
En otoños porteños
donde las hojas muertas
la parlan en lunfardo
chamuyando chasquidos.
En la yeca alienada
de bocinas y hollines
donde se incendia el tiempo
en el cerril asfalto.
Allí habita silente,
despertando de noche
con sus corcheas sucias
y sus fusas cansadas.
La viola inmaculada
en las manos de Grela
le va tejiendo alas
y lo viste de pájaro:
un Ícaro del Plata
se derrite en la
Luna
que maquilla su cara
en las teclas de un piano.
Un fueye sibilante
le tose su catarro
de tabaco y de tiempo
y en ojeras violáceas
se aletarga su canto.
En el umbral del cielo,
allí donde los duendes
del bandoneón matrero
se quedaron dormidos:
allí descansa el tango.
12-09-2009
No hay comentarios:
Publicar un comentario