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viernes, 28 de mayo de 2010

Cerraron una fábrica pero la televisión dice que hay caos en el tránsito


Alguien dijo que existen tres tipos de noticias: las verdaderas, que son las que figuran como “Obituario”, “Necrológicas” o “Avisos fúnebres”; las probables, que se hallan en el espacio del Servicio Meteorológico y… las otras.

La televisión, como ese “Gran Hermano” que magníficamente describiera Gerge Orwell en su novela "1984", nos vigila celosa y atentamente. No miramos la tele, la tele nos mira. Nos observa con sus ojos de “rating minuto a minuto” y después de examinar concienzuda y estadísticamente nuestras preferencias, deja que la miremos como ella quiere que la miren.

Las transmisiones “en vivo”, tanto en los canales de aire como en los de cable, nos ametrallan con datos: en el centro de la pantalla -por citar un ejemplo- un accidente, en los ángulos superiores la hora, temperatura y sensación térmica y en la parte inferior (zócalo en la jerga televisiva), se puede leer el titular de la noticia, la cotización del dólar o el resultado parcial de un evento deportivo: “Federer le saca ventaja a Nadal en el segundo set…” Es muy común también, que la imagen se divida en dos: en una de ellas se puede ver, en ocasiones de manera reiterada, el acontecimiento central y, en la otra -continuando con el ejemplo del accidente-, una entrevista a un testigo del hecho.

La inmediatez en la información televisiva se retroalimenta con la ayuda de los “televidentes-corresponsales” que envían el video del tornado o la inundación que arrasó su ciudad, del accidente del cual fueron espectadores privilegiados o de la llegada del ganador del “Dakar”.

La “caja boba” nos brinda la noticia asimilada, digerida y fragmentada, de manera tal que la capacidad de análisis por parte del rehén-televidente se ve reducida a su mínima expresión. Además, por si quedara algún bache en la corteza cerebral del desprevenido receptor, siempre contamos con un “especialista” que despejará dudas y abundará en datos, anécdotas y precedentes en torno al tema en cuestión.

Si nos tomáramos la tarea de escribir palabra por palabra las exposiciones de los conductores de los noticieros, las preguntas de los "movileros" y las respuestas de los entrevistados, al leerlos nos encontraríamos, la mayoría de las veces, con diálogos pobres e inconsistentes, con minúsculos fragmentos de una realidad determinada: realidad-noticia que es producida con el único fin de que sea una instrumento más de entretenimiento.

El lenguaje televisivo de los informativos, pobre en palabras y rico en imágenes, siempre apelará a la emotividad del televidente, jamás a su racionalidad, construyendo de esa forma un mecanismo perverso que tergiversa deliberadamente la percepción del receptor.

El formato actual de los noticieros no tiene la misión de informar sino de entretener. Las imágenes, editadas y convenientemente musicalizadas, etiquetadas con títulos sugestivos en los "zócalos", más que anunciar la noticia nos dejan un mensaje que sintetizará lo que el medio quiere que "veamos" y no lo que nuestro juicio crítico pueda concluir. De esa forma, es habitual que una movilización de obreros manifestándose en contra del cierre de una fábrica, lleve por título "Caos en el tránsito". Así, el eje de la noticia que es el cierre de una fuente de trabajo, se perderá de vista y quedará reducido a destacar las ocasionales molestias que una acción legítima provocará a peatones y automovilistas.

Norberto Glavinovich (Copyleft)
Publicado en "Rebelión" (29-05-2010)

viernes, 14 de mayo de 2010

Libertad de prensa, libertad de empresa - Nos mean y los medios dicen que llueve


Qué deben hacer los periodistas en un mundo en el que 300 millonarios ostentan más riqueza que cerca de la mitad del planeta.
Vivimos en un mundo en el cual, las desigualdades económicas entre países industrializados y países en vía de desarrollo, están pasando del estado de lo desigual al de lo inhumano. En ese marco, los medios masivos de comunicación no hacen más que otorgar sustento ideológico y propagandístico a ese retorcido escenario; al decir de Serge Halimi, como “los nuevos perros guardianes” del sistema.
¿Qué hacer cuando en el propio seno de los países "democráticos", el dinero domina el sistema político, y a toda la maquinaria informativa que lo sostiene? ¿Cómo sería posible que periodistas e intelectuales pudieran denunciar esta situación y proponer soluciones cuando estos millonarios: los "Bill" Gates (Microsoft) , los Rupert Murdoch ("The Times", "Sunday Times", Fox, etc), los "Ted" Turner (CNN), los Conrad Black ("The Daily Telegraph"), es decir los dueños de la información a escala planetaria, son quienes invierten, reestructuran y despiden; son también los empleadores de los periodistas, sus distribuidores y sus anunciantes?
En cada país y aún en cada ciudad existen, salvando las distancias, los empresarios convertidos en "amos" de la comunicación. Cada ciudad, cada provincia tiene su propio Ted Turner.
En un contexto universal globalizado, ¿pueden todavía los periodistas ejercer un rol de "contrapoder"? ¿Animar a aquellos que viven en la angustia y afligir a quienes disfrutan del bienestar? ¿Lo pueden hacer cuando los periodistas más reconocidos y a menudo los más poderosos pertenecen a esta nueva clase dirigente y a su mundo de negocios?
Quizá los medios puedan liberarse de las presiones políticas, pero jamás lograrán hacerlo con las económicas. Es más, estos mismos medios operan políticamente en beneficio de intereses económicos de las grandes corporaciones y las multinacionales que, en el ámbito del nuevo orden mundial, se han convertido en el intocable gobierno global.
En un sistema en el que la información es una mercancía más, es impensable que un periodista, por poner un ejemplo, pueda plasmar una crítica al uso del glifosato en tanto el medio para el que trabaja cuenta como principal auspiciante a Monsanto.
Las intimidaciones económicas sobre la libertad de expresión de los periodistas pueden provenir tanto de los derechos del propietario de los medios como de las presiones económicas que pesan sobre esa empresa. La mayoría de los trabajadores de prensa, en su carácter de asalariados, se encuentran subordinados a los lineamientos editoriales del dueño y patrón del medio y de las empresas que comercialmente lo sostienen.
Conscientes o no, los "comunicadores" son diariamente los centinelas del orden y los ventrílocuos del sistema alimentando el discurso de los medios masivos de comunicación que se empeñan en convencer a cualquier precio de las bondades del orden mundial vigente.
Es ineludible reconocer e identificar a los garantes de la manipulación desfachatada de la supuesta "libertad" en defensa de intereses económicos maquillados con una ensayada actitud ascética. Es imprescindible darles pelea a quienes atentan sistemáticamente contra el juicio crítico de lectores, oyentes y televidentes; tarea que llevan a cabo mediante salvajes manipulaciones, omisiones, censuras y autocensuras mientras se llenan la boca hablando de independencia y objetividad informativa.
Nos mean y los medios dicen que llueve

Así decía un graffiti que denunciaba a los medios masivos de comunicación y su rol en el “Argentinazo” de diciembre de 2001.

La formación de la opinión pública es un objetivo estratégico de los grupos de poder, enfocan muy precisamente sus recursos hacia aquellos temas que favorecen tal o cual necesidad coyuntural para la valorización del capital (apoyar o denostar un régimen o gobierno, desviar la atención de algún problema particular, promover algún proyecto político o económico, etcétera). En este sentido, los medios masivos muchas veces incluyen temas sensibles socialmente en pos de algún objetivo poco claro, como puede ser alguna interna entre los propios intereses del poder o tratar de presentar lo habitual como excepcional (de tanto en tanto algún niño muere de hambre en vivo y en directo por los canales de TV y los diarios publican la noticia en tapa)
En la prensa oficial o “tradicional” existe una dificultad muy grande de pensar en un conflicto. Cuando éste aparece, ¿qué hacen los medios? Cuando pueden, lo borran (si no, se publicarían notas sobre todas las huelgas y conflictos laborales que existen a lo largo y a lo ancho del país, por tomar sólo un ejemplo.) Cuando les resulta imposible borrar el conflicto, tratan de “cubrirlo” en el más amplio sentido de la palabra. Darle cobertura de prensa y ocultarlo, taparlo.

La moral de los “grandes medios” es muy dudosa: ¿Cómo podrá hacer “Clarín” para hablar de valores o paradigmas cuando su propietaria está acusada de haber adoptado a niños expropiados por la dictadura? ¿Qué puede decirnos “Crónica TV”, que si bien dice estar siempre junto al pueblo, mantiene oculto un conflicto laboral con sus trabajadores al igual que la impoluta “Crítica de la Argentina”? ¿Qué pueden decirnos al respecto otros medios que surgieron de las transas del menemismo o del lavado de dinero proveniente del narcotráfico?

Volviendo al título y ampliándolo; “Nos mean y los medios de comunicación dicen que llueve”... ¿No será hora de abrir nuestros paraguas para que no nos orinen y de sacarnos las anteojeras para ver que la realidad no es solamente la que pasa por la TV, la radio o los grandes diarios?

Uno y los medios

Años atrás esperábamos ansiosos que el repartidor de diarios dejara debajo de la puerta el matutino de preferencia. Hoy lo vemos por Internet a medianoche y en lugar de desayunarnos con las noticias, nos vamos a dormir intentando digerir el postre periodístico.

Despertarse con la radio o la televisión encendidas es casi una costumbre para muchos mortales, entre los que me cuento. Me duermo con el susurro de la radio sobre la mesa de luz y muchas veces sueño con catástrofes, accidentes, crímenes, piquetes y muertes de notables que no son más que una representación onírica del relato del locutor de turno.

Nadie puede negar que los medios de comunicación se han instalado definitivamente en la vida de los habitantes del Siglo XXI. Todos, voluntaria o involuntariamente, formamos parte de ese conglomerado de espectadores-rehenes de la agenda informativa que fijan los amos de la información.